Cuando en el centro de nuesta vida no existe nada más que nuestro propio:"Yo", el corazón humano se siente completamente sólo, perdido, vacío, desgraciado...
Sin Dios no puede haber esperanza, sin Él, no hay nada que pueda
dominar en la conciencia de la persona; así la moral se convierte en una simple ilusión; la virtud en una
bella mentira; y el vicio en un "aparente mal" que conviene rehabilitar...
Pero, más allá de toda creencia o escepticismo humano... "El deseo de Dios
está inscrito en el corazón del hombre, porque el hombre ha sido creado por Dios
y para Dios; y Dios no cesa de atraer al hombre hacia sí, y sólo en Dios
encontrará el hombre la verdad y la dicha que no cesa de buscar..." (Catecismo de la Iglesia Católica)
"...porque nos has hecho para ti y nuestro corazón está inquieto mientras no
descansa en ti» (San Agustín, Confessiones, 1,1,1).
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